“El ejercicio físico ya no es solo un complemento deseable para las personas con cáncer: hoy sabemos que es una pieza fundamental del tratamiento, la recuperación y la prevención. Estudios de entidades como la American Cancer Society o la SEOM coinciden en que mantenerse físicamente activo — antes, durante y tras el tratamiento — mejora la energía, reduce la fatiga, favorece la fuerza muscular y la salud ósea, y contribuye a reducir el riesgo de que el cáncer regrese. Por eso, la recomendación es clara: evitar el sedentarismo, iniciar lo antes posible una actividad adaptada, combinar ejercicios de resistencia y fuerza, y personalizar el programa según cada persona, su diagnóstico y circunstancias. En definitiva: moverse no es solo moverse — es ganar calidad de vida, potenciar la recuperación y reforzar la salud global en el camino oncológico.”
EL EJERCICIO COMO MEDICINA
Durante mucho tiempo, el reposo era casi una norma implícita para las personas que atravesaban un proceso oncológico. Sin embargo, la evidencia científica de los últimos años ha cambiado por completo esta visión.
Hoy sabemos que el ejercicio físico no solo es seguro, sino que aporta beneficios clave antes, durante y después del tratamiento del cáncer.
Diversas instituciones —como la Sociedad Española de Cardiología (SEC), la American Cancer Society y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM)— coinciden en que la actividad física debe ser una parte esencial del cuidado integral del paciente oncológico.
Los tratamientos contra el cáncer (cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia) suelen provocar efectos secundarios como pérdida de masa muscular, fatiga, dolor articular o disminución de la capacidad funcional.
El ejercicio actúa directamente sobre estos síntomas, ¿Cómo?:
- Reduciendo la fatiga y mejorando los niveles de energía.
- Ayudando a conserva y recuperar la fuerza muscular.
- Haciendo que a treves del metabolismo celular tu salud ósea y articular sea optimizada.
- Mejorando la capacidad cardiovascular y respiratoria.
- Favoreciendo el equilibrio, la movilidad y la independencia funcional.
- Influye positivamente en el sistema inmunitario y el proceso inflamatorio de los tratamientos oncológicos.
La SEOM señala que el ejercicio regular puede reducir hasta un 30 % el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, y mejorar el pronóstico en quienes ya lo padecen.
Personalización y dosificación del ejercicio físico: LA CLAVE DEL ÉXITO
No existe un único programa válido para todos. Cada paciente tiene una historia, un tipo de cáncer, un tratamiento y un punto de partida distinto.
Por eso, el ejercicio debe prescribirse y adaptarse de forma individualizada
La guía ideal combina ejercicio aeróbico (caminar, bicicleta, natación) con entrenamiento de fuerza para mantener masa muscular, y actividades de movilidad y control postural (como yoga o pilates terapéutico).Todo ello, supervisado por profesionales especializados en ejercicio oncológico o fisiología del ejercicio clínico.
Según la American Cancer Society:
- Lo más importante es evitar el sedentarismo.
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Siempre que sea posible, moverse un poco es mejor que no moverse nada.
- Idealmente, acumular 150 minutos semanales de actividad moderada o 75 minutos de actividad vigorosa, y dos sesiones de fuerza por semana.
- Si el tratamiento o la fatiga limitan la capacidad, se puede comenzar con pequeñas dosis —por ejemplo, 5-10 minutos diarios— e ir progresando.
El objetivo no es la perfección, sino la constancia. La progresión controlada es la que produce los grandes resultados.
El ejercicio físico es, hoy, una herramienta terapéutica tan importante como la medicación o la alimentación.
Incluso fuera del contexto del tratamiento, mantenerse activo es una de las estrategias más eficaces para prevenir el cáncer y otras enfermedades crónicas.
En los supervivientes, además, se asocia con una menor tasa de recurrencia y una mejor calidad de vida a largo plazo.
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