Alzheimer y ejercicio físico: lo que la ciencia dice y cómo aplicarlo en tu día a día

Publicado el 22 de septiembre de 2025, 14:19

El Alzheimer es la forma más común de demencia y afecta a millones de personas en todo el mundo. A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace la incidencia de esta enfermedad neurodegenerativa. Aunque todavía no existe una cura, la investigación científica coincide en algo fundamental: el ejercicio físico regular puede ser una de las herramientas más poderosas para prevenir, retrasar y mejorar la calidad de vida de quienes viven con Alzheimer.

¿Qué sabemos desde la ciencia?

Numerosos estudios han demostrado que el ejercicio físico aporta beneficios específicos en el cerebro y en la progresión del Alzheimer:

  1. Neuroplasticidad y neurogénesis
    La actividad física, especialmente el ejercicio aeróbico y el entrenamiento de fuerza, aumenta la producción de factores neurotróficos como el BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro). Este elemento favorece la creación de nuevas conexiones neuronales y protege a las existentes.
  2. Mejora del flujo sanguíneo cerebral
    El ejercicio incrementa el riego sanguíneo y con ello la llegada de oxígeno y nutrientes al cerebro. Esto contribuye a un mejor funcionamiento cognitivo y puede retrasar la aparición de deterioro.

  3. Regulación metabólica
    La resistencia a la insulina y los problemas metabólicos están relacionados con un mayor riesgo de Alzheimer. El entrenamiento regular mejora la sensibilidad a la insulina y reduce inflamación sistémica, factores que protegen el cerebro.

  4. Reducción del estrés y mejora del sueño
    El estrés crónico y la falta de sueño son enemigos de la salud cerebral. La práctica de ejercicio ayuda a regular el cortisol, reduce la ansiedad y mejora la calidad del descanso, lo cual repercute directamente en la función cognitiva.

Ejercicio físico en la prevención del Alzheimer

La evidencia apunta a que mantener una vida activa durante la mediana edad y más allá reduce significativamente el riesgo de desarrollar Alzheimer. Un metaanálisis publicado en Journal of Alzheimer's Disease (2020) mostró que las personas físicamente activas tienen hasta un 45% menos de probabilidades de desarrollar demencia.

Las recomendaciones más consistentes incluyen:

  • Ejercicio aeróbico (caminar a paso rápido, bicicleta, nadar, bailar) al menos 150 minutos por semana.

  • Entrenamiento de fuerza 2 a 3 veces por semana para preservar masa muscular, mejorar metabolismo y mantener independencia funcional.

  • Actividades de coordinación y equilibrio (tai chi, yoga, entrenamiento funcional) que además de estimular el cerebro, previenen caídas.

Ejercicio en personas con Alzheimer ya diagnosticado

Incluso en fases iniciales o moderadas, el ejercicio aporta beneficios claros:

  • Mejora la movilidad y la capacidad de realizar actividades de la vida diaria.

  • Disminuye síntomas depresivos y de ansiedad asociados a la enfermedad.

  • Puede ralentizar el deterioro cognitivo, manteniendo más tiempo la autonomía.

Un estudio publicado en The Lancet Neurology (2019) concluyó que los programas de ejercicio supervisados mejoraban la función física y la calidad de vida en personas con Alzheimer leve a moderado.

¿Cómo aplicarlo de manera práctica?

  • Adaptar la intensidad: no es necesario que el ejercicio sea extenuante; la regularidad es más importante que la intensidad.

  • Convertirlo en hábito social: caminar en grupo o hacer ejercicio acompañado potencia la motivación y estimula la interacción social, otro factor protector.

  • Combinar tipos de ejercicio: fuerza, aeróbico, equilibrio y flexibilidad forman un cóctel protector para cerebro y cuerpo.

  • Supervisión profesional: en personas con Alzheimer, contar con la guía de un entrenador especializado o fisioterapeuta asegura seguridad y eficacia.

El Alzheimer plantea un gran reto sanitario y personal, pero cada vez hay más evidencia de que el ejercicio físico no solo protege nuestro cerebro, sino que también ofrece calidad de vida a quienes ya conviven con la enfermedad.
No hablamos de una “cura milagrosa”, sino de una herramienta poderosa, accesible y al alcance de todos: movernos de forma regular, cuidar nuestra fuerza y mantener la actividad física como parte de la vida diaria.

El mensaje es claro: si quieres cuidar tu cerebro, cuida tu cuerpo.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios